¿VIVIENDAS SIN COCINA?
Por Sofía Martín Gutiérrez

 


Bienvenidos a la parte más personal de smg-arquitectura. Quiero que mi blog sea tu espacio de referencia, con ideas innovadoras y recomendaciones de mi mano, Sofía Martín, arquitecta y diseñadora de espacios.
Con ella disfrutaremos de un experimentado análisis de las tendencias en arquitectura, reformas, diseño de interiores, optimización de espacios… y lo más humano, mis encuentros con colegas del sector.
¡Abre la puerta al mundo de Sofía!

¿Es la cocina el corazón del hogar? Más allá de la función que hoy en día cumple, se presenta a menudo como el centro de la casa y el hecho de cocinar como un placer vital, ¿es esto cierto? ¿Es una moda? o ¿una adaptación de los tiempos que nos toca vivir?

Nadie concibe hoy día una vivienda sin cocina. De hecho, este espacio de la casa es una de las partidas a las que más inversión se dedica en las reformas en la actualidad, dotándose de los últimos adelantos tecnológicos que, además de prometernos una simplificación de las tareas domésticas contribuyen a idealizar determinados trabajos y los vinculan al cuidado y el bienestar de la familia. Paradójicamente, las largas jornadas laborales fuera de casa y el acelerado ritmo de vida actuales hacen que para mucha gente la cocina sea un lugar poco más que de paso durante la mayor parte de la semana. Se hace necesaria la reflexión sobre la importancia (real o impostada) de este espacio en el conjunto de nuestra vivienda y cómo podría evolucionar para ajustarse (más) a determinados estilos de vida actuales.

A la cocina se la ha cargado de valores ideológicos durante el siglo XX vinculados al papel de la mujer, la política y la construcción del ideal de familia. Y es que, estamos rodeados de anuncios, programas de televisión y productos de consumo que nos incitan a entender la cocina y el cocinar como algo placentero, donde podemos innovar y a la vez, mantener las tradiciones familiares. No obstante, hay muchas maneras de vivir y no está de más ser conscientes de que todas esas imágenes encierran, en mayor o en menor medida, una carga ideológica y un buen número de clichés.

Mientras que la publicidad de principios del siglo XX propició un cambio en la concepción de las tareas domésticas, los términos empleados para describirlas y anunciarlas remitían a valores como la felicidad o el ocio, mucho más cercanos al confort que a la pesadez y la carga asociadas al trabajo físico. Anna Puigjaner nos explica así cómo, pese a que el número de tareas del hogar que recaían sobre la mujer de clase media aumentaba a medida que se insertaba en el mundo laboral, sorprendentemente se consideraba que sus condiciones de vida habían mejorado enormemente cuando la nueva situación era en realidad más cercana y comparable con la de la mujer de clase obrera del siglo XIX que con la mujer de clase media de ese mismo período, cuyo trabajo doméstico era llevado a cabo con la ayuda del servicio.

“Esta contradictoria situación se propició por el cambio de valor que experimentaron las tareas domésticas, que pasaron a tener un fuerte protagonismo en la definición del papel de la mujer en la sociedad y a través de las cuales se podía obtener reconocimiento social”, nos explica.

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¿Sin cocina? una casa sin cocina tiene un punto de provocación, el objetivo que persigue la idea es un cambio de mentalidad que afecte a todo el conjunto de la vivienda. Es decir, viviendas que dispongan de servicios domésticos colectivos –que pueden ser desde cocinas hasta guarderías–, gestionados por los propios habitantes o por alguien externo”. Curiosamente, esta idea que puede parecer tan transgresora en la actualidad cuenta ya con una larga trayectoria a sus espaldas, como prueba el hecho de que la cocina compacta o la conocida barra americana surgiera en Estados Unidos a finales del siglo XIX, asociada a cocinas colectivas, para cocinar de vez en cuando. En España tenemos los “txokos”, un lugar compartido donde los socios pueden cocinar.

No se trata de comparar o sustituir los modelos que tenemos, sino de ampliar las opciones y darnos cuenta de que, por ejemplo, esa puede ser una alternativa para minimizar costes, aprovechar recursos o promover otras relaciones sociales en un porcentaje de la vivienda que ofrece el mercado. Los lavaderos hace un tiempo estuvieron en los espacios públicos, entraron en nuestras casas y ahora parece que vuelven a salir.

Lo que hoy consideramos confortable es diferente a lo que se consideraba en otra época; no era ni mejor ni peor, simplemente diferente. Por ejemplo, en el siglo XIX no se consideraba higiénico que la cocina estuviera dentro de la vivienda.

Los modelos de vivienda establecidos y estandarizados están muy arraigados y en la producción de vivienda cuesta mucho abrir reflexiones que incorporen la experiencia individual y colectiva de las personas para motivar cambios que se adecuen a las circunstancias, aspiraciones y necesidades actuales. Tenemos que valorar la experiencia reflejada en el día a día y en cómo se adecua ésta a nuestras necesidades para impulsar cambios cualitativos en los interiores donde vivimos.

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¿Viviendas con cocina o sin ella? ¿Qué opinas?

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